jueves, 25 de agosto de 2005

conversación

De la lectura del libro en cuestión (Eisner/Miller, Dark Horse) se desprenden algunas conclusiones que tampoco van a sorprender a nadie, supongo. Por ejemplo, que Frank Miller es un tipo bastante limitado y un poco arrogante, y que su visión del mundo se acerca peligrosamente a sus guiones: blanco y negro puro, nada de grises. Por ejemplo, que Eisner era alguien con mucha experiencia vital, pragmático, que solía pensar mucho las cosas antes de aventurarse a hablar.

Nada que sorprenda a nadie, ya digo.


Pero resulta muy entretenido comprobar cómo van desgranando sus diferentes (contrapuestas, a veces) visiones del medio y de la industria. Cómo se esfuerzan (ambos, hay que reconocerlo) por encontrar terrenos comunes. Cómo se demuestran un respeto considerable (y justificado).


Es, sobre todo, esclarecedor leer las declaraciones de Eisner en torno a la relación de autores y editores a través de la historia del medio, mucho más realista que el cuento de buenos y malos, de explotadores dickensianos y explotados pobrecitos, que pinta Miller. Es refrescante leer que no puede contemplarse la industria de hace cuarenta años desde una perspectiva contemporánea, que entonces las cosas eran así en todas partes, no únicamente en los tebeos. Que los autores (y mucho cuidado con el término autor...) no son engañados por unos maquiavélicos editores, sino que más bien se dejan engañar: porque hay contratos, y un contrato obliga legalmente a ambas partes; y porque hay abogados; y porque si te fías de la palabra de alguien a quien no conoces más que de una relación de compra y venta de talento (de eso se trata este negocio, al fin y al cabo), allá tú. (La gente, durante los primeros años de la industria del comic-book, no tenía la menor consideración por su propio trabajo, estaban allí, dibujando páginas a toda velocidad, como una manera de hacer dinero mientras planeaban su asalto a las cosas que de verdad tenían importancia y prestigio: la ilustración, la tira de prensa... Incluso más adelante, autores de la talla de John Buscema insistieron a menudo en minusvalorar su propia labor. Resulta difícil, muy difícil, dignificar un medio que es despreciado por sus propios creadores... Y, aún así, cuando Neal Adams inició los primeros movimientos reivindicativos en el seno de la industria, de lo que se hablaba era de dinero, de royalties, nunca de responsabilidad creadora... Todo eso lo explica muy bien el creador de Spirit; y lo hace desde dentro, además, porque él lo vivió como autor, uno de los pocos que sí creía en el medio como forma artística y expresiva.)

Y es esclarecedor, también, comprobar cómo Miller habla de dinero, de ventas, de la excitación de formar parte de eso que llama cultura pop (pero que no aclara en qué consiste), mientras que Eisner habla del medio, de contar historias, de expresar sentimientos, de la Historieta como forma literaria.

El mayor relativiza todo, lo contextualiza, lo mira con distancia. El otro parece más interesado en los absolutos, no se preocupa de matizar; ni se lo plantea.


Y es muy interesante el último tercio del libro. Debería ser de lectura obligada para los profesionales del medio, en general. (Esperemos que alguien lo traduzca y lo edite por aquí; pero que lo traduzca, digo: no que lo masacre, como ocurrió con el Shop Talk...)


El libro se cierra en positivo, además: hay gente nueva, hay nuevos editores, hay un mercado abierto, hay más ganas de contar cosas nuevas que nunca. Los próximos años serán apasionantes para el medio... (Personalmente, dejen que brinde por ello...)