viernes, 19 de agosto de 2005

más papel

Manu Larcenet es otro de esos autores prolíficos del otro lado de los Pirineos que sorprenden con cada nuevo trabajo, bien por el salto cualitativo con respecto al anterior, bien por el cambio inopinado de tema (o bien por la originalidad de su planteamiento, que también...). Si uno lee el listado de obras que suele aparecer en sus álbumes, se siente un poco abrumado... No tanto como con titanes como Sfar o Trondheim, claro... pero poco le falta. (Con ambos ha trabajado en más de una ocasión, por cierto, con resultados desiguales, pero efectivos.)

Después de las dos entregas de Los combates cotidianos (¿se tituló así aquí?) y de Une aventure rocambolesque de... (Sigmund Freud y Vincent Van Gogh; éste sí está editado en castellano, por Norma), lo último que he podido leer suyo es esta jocosa aventura cuya portada les dejo aquí al lado. Se trata de un acercamiento, en clave de humor y lleno de ternura, al mito de Robin Hood. El sheriff, Lord Greystoke, el Papa, Little John, Mariana y el propio Robin reciben un tratamiento irreverente, resuelto en episodios de seis páginas y con un final desolador.

El estilo de Larcenet es de apariencia desaliñada, pero de trazo firme y muy bello, expresivo, en la línea del mejor Conrad (y, por tanto, si nos remontamos, del mejor Franquin).

Confiemos en que vayan apareciendo sus libros en castellano, después del éxito de Los combates cotidianos. (Porque lo tuvo, supongo... o quiero suponer: ¿alguien conoce cifras de ventas? No, lo pregunto en serio... no quiero risas...)


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(He podido leer, también, la tercera entrega de Inspecteur Moroni, la serie de Guy Delisle. Se titula Le syndrome de Stokholm y no merece la pena que les muestre imágenes, el álbum es más bien soso y Delisle parece que se aburra de su personaje, porque insiste en convertirlo en mero testigo; ni siquiera eso: comparsa de la acción, que por lo demás tampoco es emocionante. Se lo pueden ahorrar...)