sábado, 22 de octubre de 2005

sábado de plastilina




Y de lluvia, también. Mucha lluvia.

Pero, sobre todo, de plastilina. Y de olor a palomitas.




He estado viendo La maldición de las verduras (The curse of the Were-rabbit), el largo protagonizado por Wallace y Gromit. Una joya. Digna de un genio como Nick Park, claro.

He oído cosas por ahí: que si es un poco aburrida, que si es algo lenta... Bobadas. Paparruchas. Viene a ser como uno de los cortos anteriores (A grand day out, The wrong trousers, A close shave), con más peripecia. Sí, sí, leyeron bien: no un corto alargado, sino un largo en el que pasan un montón de cosas. Y pasan bien, como deben pasar las cosas. Con su aire británico, tan cool y tan disparatado. Con esa soltura para imaginar (y filmar) lo más inesperado como si fuera la cosa más cotidiana.

Qué quieren, a mí Wallace y Gromit me parecen la quintaesencia de lo británico, de esa parte entrañable de lo británico que los uniría a, no sé, Woodehouse y Jerome K. Jerome (o a sus personajes, en fin; ustedes me entienden). Lo británico entendido como una celebración de la moqueta y la casita de dos plantas, del moho en el pasillo y el té de las cinco, de la ropa de punto y los jardincitos un poco desastrados.

El descubrimiento de los cortos anteriores de Nick Park fue... eso, un descubrimiento deslumbrante. (Y no sólo por la técnica y eso, que también: por todo lo demás. Por el humor, por la personalidad de los muñecos...) Es más, fue con Creature comforts que nos enamoramos de esa plastilina mágica y esa expresividad irresistible: el puma que no dejaba de pedir space! con un tono tan coloquial que a uno se le saltaban las lágrimas de la risa... Luego, el chiflado Wallace y su sufrido Gromit. Los inventos inverosímiles del primero, la flema británica del segundo. La ingenuidad descacharrante y la resignación irónica.

Vaya dos...

No les voy a contar la película, no teman. Tampoco voy a hablarles de las excelencias técnicas, ni de la música (ah, esa tonadilla, la misma que abre los créditos de cada unos de los cortos anteriores...). Ni de las mil referencias cinéfilas y genéricas que se suceden a lo largo del metraje.

Les diré únicamente que he difrutado mucho. Que en ningún momento se me ha borrado la sonrisa. Que había niños en la proyección, incluso muy pequeños... y apenas si susurraban alguna cosita a sus padres: estaban fascinados.

Eso, que procuren, si pueden, no perdérsela. (Y, si no, estén al tanto para cuando se edite en DVD... que yo ya tengo ganas, por cierto...)