miércoles, 9 de noviembre de 2005

en orden

Sobremesa con Las chicas Gilmore. (¡Michael York!)

Son dos episodios diarios, de lunes a viernes. Cuarta temporada. (Se la ventilarán antes de que termine el mes, claro...)

Uno va grabando cada mañana y procura ver los episodios cada noche, porque si no van acumulándose de dos en dos y luego verlos (y en orden) es ya un lío...

Pero no creo que esta sea manera de ver una serie.

Como no es manera de leer una tira diaria.

Ahora, sobre mi mesa, hay un tomo magnífico, precioso, que compila casi dos años enteros de Dennis the menace, los dos primeros años del personaje. Y no tardará en llegarme el cuarto libro de Peanuts, con otros dos años de trabajo de Charles Schulz cuidadosamente presentados. Y ahí están las entregas de Krazy Kat, de Mutts. De Rip Kirby y Terry y los piratas.

Y uno se pone con ello y se bebe en unas horas lo que el lector original tardó muchos meses en ir leyendo, descubriendo, paladeando... A otro ritmo. Con un tiempo diferente entre tira y tira. Incluso con ocasionales lagunas, ese periódico que no se pudo comprar, las vacaciones...

La lectura se desvirtúa, como se desvirtúa el visionado de una serie de televisión planteada con una semana de tiempo entre episodios, una semana que sirve para diluir continuidad, para introducir elipsis que de otra forma parecen forzadas, para hacer énfasis en un suspense...

No digo, claro, que debamos leer una única tira de Carlitos y Snoopy al día, ocurra lo que ocurra. No digo que tengamos que leer a Dickens dejando pasar una semana entre capítulo y capítulo. Ni creo que debamos ver los episodios de El ala oeste de siete en siete días, una vez compremos la siguiente temporada en DVD.

Pero se pierde algo, ¿no les parece?


(Sí, sí... Ya sé que se gana otro algo... Pensaba en voz alta...)