lunes, 15 de mayo de 2006

diana

Leyendo a Luis Alberto de Cuenca me entero de algo que fue, quizá, un proyecto loco, de esos que nacen en barras de bar a altas horas, de conversaciones sin rumbo ni límite, de entusiasmos ajenos a la prisa o a la necesidad. (Algo que fue, acaso, pura coartada para un texto brillante; algo que merecería ser más, en cualquier caso.)


Habla él (en un libro, ya lo he citado, editado por Renacimiento: Etcétera) de su amor por El Hombre Enmascarado clásico, y del amor de otras gentes de letras por ese personaje improbable e inmortal: Alfonso Galilea, Luis Mateo Díez, José María Merino, Fernando Savater... Habla de una propuesta poética: plantear versos en torno a El Fantasma que Camina y su universo, unirlos en un libro.

No sé qué fue de la propuesta, si es que alguna vez se hizo en firme. (Quizá algún día se lo pregunte... y quizá algún día acabe por cuajar en algo tangible.)

Habla también, al finalizar el texto, de Diana Palmer, sportwoman, novia eterna del Fantasma, mito erótico, imagen indeleble. Musa.

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