viernes, 3 de noviembre de 2006

elefantes

Lo pensaba esta mañana, hace un ratito, mientras escuchaba la lluvia y decidía si levantarme o no, que total, para lo que hacía en la cama ya... Se habló hace unos días de una elefanta que había demostrado, parada ante un espejo de tamaño acorde, su autoconsciencia. Ella se miraba y volvía a mirarse, y con la trompa se tocaba la cruz de esparadrapo que los cuidadores iban colocando en diferentes lugares de su rostro... Las imágenes multitelevisadas eran sorprendentes y tenían un punto de comicidad cutre propio del circo o de las viejas películas en blanco y negro de Tarzán y Cheeta.

Los elefantes, ante un espejo, experimentan el regocijo de (re)conocerse. (Parece que también los chimpancés, los delfines, los bebés.) Nosotros, cuando alguien nos pone un espejo delante, no nos andamos tocando la nariz... experimentamos, al (re)conocernos, el impulso irrefrenable y piadoso de escondernos debajo de una piedra y no salir hasta que el sol se ponga. Nadie es como cree ser, supongo. A nadie le gusta comprobarlo.

5 comentarios:

Mar dijo...

Ay que melancólico después del cumpleaños. No es siempre así, uno ha de aceptarse (ayy qué new age suena esto), se vive más feliz :) y si se quiere cambiar algo y se puede... ¡adelante!
Feliz viernes

Vitore dijo...

Y también hay veces que a uno le da miedo llegar a saber quién es o quién podría haber sido si se hubiese asomado a un esquivo espejo. Saludos.

LA CAÑA DE ESPAÑA dijo...

Yo sigo temiendo que los fantasmas salgan del espejo para cometer atrocidades en este mundo inverso.
Por cierto: felicidades con retraso. Un saludo.

J77 dijo...

¿Acaso el que no mira desde la otra parte del espejo es un reflejo nuesto? ¿O un reflejo de otras cosas nuestras? Cada día me inquieta más mirarme al espejo.

Ana María dijo...

Llego un pelín tarde, pero te deseo igualmente que hayas tenido un felíz cumpleaños :).