sábado, 20 de septiembre de 2008

la escala de los mapas


Podría dejarlo para mañana, pensar despacio, reposar las ideas, pero hace poco más de tres horas que terminé de leer La escala de los mapas, de Belén Gopegui, y no quiero que pase más tiempo sin decirles lo mucho que me ha gustado. Mañana encontraría una manera ordenada de explicarles por qué, seguramente. O no: no me gusta el análisis, ya lo habrán visto en estos cuatro años. Mañana, quién sabe lo que les diría. Sé lo que les puedo decir hoy: que da gusto reencontrarse con una literatura en la que el lenguaje va más allá de lo utilitario, una literatura en la que la elaboración de una voz propia, de una manera de contar (de escribir, en suma), tiene tanta importancia como lo que se cuenta. Da gusto dejarse enredar por las frases de la señorita Gopegui, descubrir que todavía se puede escribir así de bien. Da gusto volver a disfrutar de alguien que lucha por narrar de otra manera, personal, fresca, inventiva y bella, muy bella.

Y da gusto comprobar que sí, que se puede escribir todavía de amor, de relaciones personales; de personajes con cuerpo, con carne y con sangre, sólidos, cercanos. Da gusto paladear despacio una historia triste, sorprendente y triste, hermosa y triste, paladearla, disfrutarla, y no sentirse idiota al acabar, cuando la primera reacción es respirar hondo, mirar por la ventana, volver a empezar la lectura por el primer capítulo...

(La escala de los mapas está editada por Anagrama en su colección de bolsillo, Compactos.)

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Es un libro extraordinario.

Tanto de forma como de fondo.
La prosa es un auténtico "tour de force"

No tiene usted mal gusto Don F.

A fé mía.


Luis de Luis

fcnaranjo dijo...

Favor que usted me hace, don L.

Buenos días.